El nuevo RAZR de Motorola fue incubado y “empollado” en cubículos carentes de color en Libertyville, suburbio del norte de Chicago. Fue un proyecto de madriguera con un equipo estrechamente unido, que infringió, una y otra vez, las reglas de la propia compañía para el desarrollo de nuevos productos.
Los miembros manejaron el proyecto con total sigilo, sin mencionarlo siquiera a sus colegas. Utilizaron materiales y técnicas que Motorola no había empleado nunca antes. Después de acaloradas batallas internas, sacaron modelos aceptados de cómo debería lucir y sentirse un teléfono móvil. En pocas palabras, el equipo que creó el RAZR rompió el molde y, al hacerlo, rejuveneció a la compañía.
El diseño del aspecto, el manejo y también la configuración interna de un teléfono requiere de un equipo de especialistas.
En el caso del RAZR, fueron unas 20 personas. El equipo entero se reunía diariamente a las 4 de la tarde, en una sala de conferencias en Libertyville, para repasar los avances del día anterior, al mismo tiempo que recorrían una lista de comprobación de los componentes: antena, altavoz, teclado, cámara, pantalla, fuente de luz, batería, puerto de carga, etc. La junta estaba programada para una hora, pero con frecuencia terminaba después de las 7 de la tarde. El proyecto de la “almeja delgada” se convirtió en un puesto rebelde ubicado en el exterior.
El dinero no era problema alguno ni tampoco una limitante, pero la velocidad y el sigilo sí lo eran. El equipo tenía prohibido tomar fotos digitales del proyecto para que no se diseminara nada inadvertidamente por el e-mail. Los modelos del teléfono sólo podían salir del predio cuando un miembro del equipo los llevaba consigo o los acompañaba.
Dos innovaciones fundamentales permitieron al equipo hacer un salto cuántico en la delgadez, una de las características fundamentales del diseño que se pretendía lograr. La primera consistió en colocar la antena en la bocina del teléfono, y no en la parte superior. Esto no se había hecho en un teléfono celular y fue todo un reto técnico. La segunda tormenta de ideas giró en torno a reordenar la parte interior del teléfono, principalmente colocando la batería junto al tablero de circuitos (o la computadora interna), en lugar de hacerlo debajo de él. Sin embargo, esta solución creó un nuevo problema: el ancho. Los expertos en “factores humanos” de Motorola habían llegado a la conclusión de que un teléfono de más de 49 milímetros de ancho no cabía bien en la mano de una persona. El diseño de “lado con lado” producía un teléfono de 53 milímetros de ancho.
Sin embargo, el equipo del RAZR no aceptó la investigación de la compañía como si fuera la Biblia. El equipo fabricó su propio modelo para saber cómo se sentía un teléfono de 53 milímetros y, al fi nal de cuentas, sus miembros decidieron por su cuenta que la compañía estaba equivocada y que los cuatro milímetros extra eran aceptables.
La compañía vendió su RAZR número 50 millones en junio de 2006. Este año Motorola venderá más RAZR que los iPods que venderá Apple. Se solicitó a varios actores del equipo de desarrollo del RAZR que asistieran a una junta de ejecutivos de alto nivel en la ofi cina central de la compañía. No se les dijo para qué. Después, conforme los miembros fueron entrando, los jefes de Motorola que les esperaban se pusieron de pie para aplaudir en una sonora ovación. También se informó a los miembros del equipo que serían premiados con un considerable bono de opciones de acciones.