Uno de los grandes desafíos que se presentan al globalizar las operaciones es armonizar las diferencias
en el comportamiento social y cultural. Con problemas que van desde la corrupción o la contratación
de menores hasta la contaminación ambiental, los administradores a veces no saben cómo responder
cuando realizan su trabajo en una cultura diferente. Lo que la cultura de un país considera aceptable,
en otro puede ser inaceptable o ilegal.
En la última década se han aplicado cambios en las leyes internacionales, los acuerdos y los códigos
de conducta para definir el comportamiento ético entre los administradores del mundo.
Por ejemplo,
la Organización Mundial de Comercio ayuda a uniformar la protección para gobiernos e industrias
contra las empresas extranjeras que incurren en conductas no éticas. Incluso en aspectos en que existen
diferencias culturales significativas, como la corrupción o la protección de la propiedad intelectual,
la uniformidad global se va aceptando paulatinamente por la mayoría de las naciones A pesar de las diferencias culturales y éticas, vivimos un periodo de extraordinaria movilidad de
capital, información, bienes, e incluso personas. Y puede esperarse que esto continúe así.
El sector financiero,
el de las telecomunicaciones y el de logística de infraestructura en el mundo son instituciones
saludables que promueven el uso eficiente y efectivo de capital, información y bienes. La globalización,
con todas sus oportunidades y riesgos, está aquí y continuará. Los administradores deben considerarla
al desarrollar sus misiones y estrategias
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