Patrick Wang, director de administración en Johnson
Electric Holdings, Ltd., camina por la oficina matriz de
Hong Kong con un micromotor en la mano. Este pequeño
motor, con casi dos veces el tamaño de su pulgar, activa
la cerradura eléctrica de una puerta Dodge Viper. Aun
cuando la mayoría de las personas no ha escuchado hablar
sobre Johnson Electric, todos tenemos varios de sus
micromotores cerca.
Esto se debe a que Johnson Electric
es el productor mundial líder en micromotores para herramientas
inalámbricas, aparatos domésticos (molinos de
café y procesadores de alimentos), artículos para el cuidado
personal (secadoras de cabello y rasuradoras eléctricas) y
automóviles. Un Mercedes de lujo con limpiadores en las
luces frontales, ventanillas eléctricas, ajuste eléctrico de
asientos y espejos retrovisores eléctricos, puede usar micromotores
Johnson.
Como un negocio verdaderamente mundial, Johnson
gasta de manera generosa en comunicaciones para mantener
unida su red global de fábricas, instalaciones de
investigación y desarrollo y centros de diseño.
Por ejemplo,
instaló un sistema para videoconferencias que le costó
20 millones de dólares, el cual permite a los ingenieros
localizados en Cleveland, Ohio, y Stuttgart, Alemania, monitorear
la producción de sus micromotores de prueba
realizada en China.
La primera fortaleza de Johnson es su velocidad en el
desarrollo de producto, velocidad en producción y velocidad
en entrega —13 millones de motores al mes, en su
mayoría ensamblados en China pero entregados en todo
el mundo—. Su segunda fortaleza es la capacidad para
estar cerca de sus clientes. Johnson ha diseñado centros
técnicos distribuidos por todo Estados Unidos, Europa y
Japón. “Las limitaciones físicas del pasado ya no existen”
cuando se trata de decidir dónde ubicar un nuevo
centro, dice Patrick Wang. “Los clientes hablan con nosotros
desde donde se sienten más cómodos, pero los productos
se hacen donde resultan más competitivos”.
Fuentes: Hoover’s Company Records (1 de enero de 2006): 58682; Far
Eastern Economic Review (16 de mayo de 2002): 44-45; y The Economist
(22 de junio de 1996): 65.
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